Muchos mitos y creencias existen acerca de nuestra vagina, en especial en lo que a su cuidado e higiene se refiere. Sin embargo, también hay mucho desconocimiento acerca de cómo debemos cuidarla, asearla y mantenerla saludable. Varias hemos escuchado hablar, o incluso practicamos las famosas duchas vaginales, o hemos visto en televisión las propagandas que nos venden jabones íntimos. Nuestro cuerpo femenino, vulva y vagina en particular, siempre ha tenido y lamentablemente aun tiene, una connotación de suciedad, algo que está hediondo, que hay que lavar, rasurar, perfumar. Y bueno, cuento aparte, es que todo lo anterior es para agradar a un otro masculino, al que debemos seducir y encantar.
Pasando al tema central que nos convoca, debemos tener claro que es fundamental conocer y diferenciar dos conceptos. En primer lugar, el de flujo vaginal que es el fluido o secreción que observamos salir por el canal vaginal que se produce por la acción de diferentes hormonas, la descamación y exudación del epitelio vaginal y además por la secreción de algunas glándulas de la región genital. Para muchas mujeres es sinónimo de incomodidad, pero la verdad es que el flujo vaginal es nuestro aliado, porque dada su composición nos ayuda a prevenir infecciones y participa en los procesos de lubricación genital.
Y ahora es donde entra el segundo concepto que debemos conocer, el de flora vaginal, que se refiere a todas las bacterias presentes en nuestra vagina y vulva. La presencia de estas bacterias en su mayoría Lactobacillus tiene una función protectora, ya que producen ácido láctico y otras sustancias, que mantienen el pH vaginal ácido, inhibiendo la proliferación de microorganismos patógenos que causan molestos síntomas.
Imaginemos nuestra vagina como un hermoso bosque, lleno de pequeños microorganismos que conviven en perfecto equilibrio, producen nuestro flujo que nos mantiene lubricadas, favorece procesos reproductivos y evita que aparezcan microorganismos “malos”. Además, este maravilloso ecosistema tiene la capacidad de auto limpiarse, es decir, no necesita de productos químicos especiales para mantenerse aseado.
El flujo que vemos salir por nuestra vulva puede tener ciertas variaciones dependiendo de la etapa del ciclo en la que nos encontramos (nos entrega información además de nuestra fertilidad). Generalmente, cuando hablamos de un flujo “normal” o mejor dicho fisiológico; nos referimos a una secreción mucosa, trasparente o levemente blanquecina, sin olor, levemente filante. Además, es importante saber que la salida de este flujo no produce ningún tipo de sintomatología, como picazón, ardor o dolor abdominal.
Conociendo estos conceptos, y pudiendo cambiar la forma en la que conocemos y vemos nuestra vagina, será más fácil mantenerla saludable, cuidarla y reconocer a tiempo los procesos patológicos que puedan afectarnos, aprendiendo también a prevenirlos. No tengamos miedo a descubrir nuestros cuerpos, mirarlos, entender los procesos que vivimos, hacer registros, tomar fotos, tocar, sentir, etc. Nuestros cuerpos son magia, perfectos y sagrados, pero por sobre todo nuestros.
Mariana Ramírez Gómez
Enfermera Universidad de los Andes
Matrona Universidad Mayor
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